El teatro Arlequín original fue proyectado por Enrique López-Izquierdo. Está situado muy cerca de la Gran Vía, en el bajo de un gran edificio conocido como Los Sótanos. En esa zona, a lo largo de la historia, se levantaron un convento de dominicos, un cuartel de artillería, el teatro Recreo y, finalmente, una casa de los Jesuitas, incendiada en mayo de 1931. El Arlequín, como el Bellas Artes y el Príncipe, tiene la singularidad de estar bajo el nivel de la calle. Es actualmente una sala con capacidad para unos 350 espectadores, confortable, de planta rectangular. La mayor parte de su aforo se ubica en el patio de butacas, aunque tiene un pequeño anfiteatro. Tanto el escenario como los camerinos han sido totalmente reconstruidos y dotados de comodidades. Viene a ser como un hermano pequeño de los enormes cines y teatros que lo rodean en las manzanas vecinas de la Gran Vía.
Primera etapa
El 29 de abril de 1965 se abrió el teatro, estrenándose Fruta verde, siendo su empresario Arturo Serrano y propietaria la empresa Ezquerra. Aunque se barajaron varios nombres para la sala, el 10 de marzo, en el transcurso de un almuerzo con destacados profesionales de la escena, se decidió el definitivo de Arlequín. Arlequín, o Arlequino, es uno de los caracteres del teatro universal nacido a principio del siglo XVII, junto al señor Pantalone, Colombina, Polichinela, el Dottore y el Capitano, en la Commedia dell’arte. Es un bufón enmascarado, brillantemente vestido con un traje a rombos de dos colores. Se toca tradicionalmente con un gorro rematado por cascabeles.
Tuvo una programación regular durante más de diez años. Tras permanecer cerrado tres meses en 1977, cambió de empresa, reabriendo el 12 de abril con Las Monjas. Logró mantenerse otros tres años pero, a partir de octubre de 1980 se convirtió en cine, con el estreno de la película Punto de mira. En esta primera década tuvo éxitos como Primavera en la plaza de París, 1969; Tres testigos, 1970; Juegos de medianoche, 1971; Milagro en Londres, 1973 y Buenas noches, Sabina, 1975.
Reapertura
Los empresarios Enrique y Alain Cornejo recuperaron la actividad escénica tras una reforma de Paloma Carnero. El 15 de octubre de 1999 se reabrió con el estreno de La huella de Anthony Shaffer, dirigida por Ricard Reguante interpretada por Agustín González y Andoni Ferreño. El 11 de febrero de 2000, el patio de butacas de este teatro se bautizó con el nombre de José Luis López Vázquez, como homenaje al veterano actor madrileño.
Pero en los últimos quince años de actividad el cambio de empresarios ha sido bastante habitual. Tras dejar la gestión Enrique Cornejo asumió la programación la compañía Yllana, que se mantuvo entre 2002 y 2004. Con las representaciones en diciembre de 2004 del espectáculo El hundimiento del Titánic, el Arlequín volvió a cerrar sus puertas por un corto periodo de tiempo. A principio del año siguiente ofreció espectáculos infantiles, reanudando la programación para adultos con la obra Pregúntamente porque bebo.
La actriz Antonia San Juan, se encargó de la programación desde 2007 hasta las primeras semanas de 2009. Tras el estreno de su producción El matrimonio de Boston, el teatro cerró las puertas una vez más. Y fue otra actriz, Emma Ozores, la que asumió la empresa del Arlequín, estrenando para debutar una obra de su padre: El último que apague la luz (18 de marzo de 2010). Tampoco esta empresa logró permanecer muchos años al frente de la pequeña sala. Cerró el verano de 2013. Pero el 27 de septiembre de ese mismo año la empresa Arco Mediterráneo Proartis, con José Luis Sánchez Codina al frente, asumió la gestión. La nueva etapa se inició con la comedia Una semana más. Además el teatro cambió de nombre, pasando a llamarse La Strada, como homenaje al filme de Fellini. Sin embargo, mediado el mes de abril de 2014, recuperó el nombre de Arlequín con el añadido de Gran Vía.
Espectáculos estrenados en la última etapa